miércoles, 16 de febrero de 2011

Saló o cómo sacrificarse en el altar del cine

"Saló o los 120 días de Sodoma" es una película irritante, insultante, degradante, avergonzante, abracadabrante, fulminante, maleante, mareante, nigromante, tunante, agraviante, alarmante, asfixiante, cargante, cortante, espeluznante, delirante, extravagante, desafiante, escalofriante, horripilante, exorbitante, flagrante, repugnante, indignante, infamante, inquietante y lacerante. Todo eso es cierto, pero también es cierto que se trata de una película brillante, denunciante, beligerante, fascinante, impresionante, tajante y, sobre todas las cosas, "Saló o los 120 días de Sodoma" es una película, repito: una película, simple y llanamente, nada más -y nada menos, vaya-, tan sólo una película. Un artificio elaborado por seres humanos -como tú y como yo- para contar historias, unas veces sin mayores pretensiones que las de matar el tiempo, un tiempo que los espectadores no siempre saben dónde meter ni qué hacer con él, y otras veces para desarrollar una preocupación intelectual, una inquietud del alma, que sirva para apartarnos ese objeto de salientes cortantes e irregulares que, como la china dentro de un zapato, oprime nuestra conciencia hasta la molestia, incluso hasta el dolor, ese objeto incierto, ese no sé qué que qué sé yo que alimenta a algunos artistas y los mantiene vigorosos, creativos, estimulados y estimulantes.

Muchas palabras se pueden decir acerca de una película y de sus creadores, muchas, algunas pueden resultar halagadoras y suaves, puro deleite para la vanidad de sus perpetradores, otras, en cambio, pueden ser desdeñosas y ásperas, un duro castigo dirigido contra el prestigio artístico del cineasta. Pues bien, Pier Paolo Pasolini, el artista italiano que en 1975 estrenó "Saló o los 120 días de Sodoma", fue objeto de amenazas y presiones de toda índole a consecuencia de esta película, hasta que el día 2 de noviembre de 1975 murió asesinado en misteriosas circunstancias. Para esto no hay palabras.


3 comentarios:

  1. En estos tiempos eso ya no le pasa a ningun cineasta, a ninguno se le ocurre hacer ese tipo de películas

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  2. A ninguno del calibre de Pasolini. Este hombre no sólo era un cineasta consagrado cuando se estrenó "Saló o los 120 días de Sodoma", también era un escritor que ya había publicado novelas, poesías y ensayos de bastante calidad, es decir, era un intelectual de prestigio. Hoy, como siempre, se hacen películas valientes y polémicas, pero no las hacen los grandes intelectuales, la polémica se queda relegada al mundillo de la marginalidad artística. También debe influir que Pasolini naciera en 1922, en Italia, y se chupara un régimen fascista y la guerra más tremenda que halla conocido la humanidad. Supongo que esas cosas imprimen carácter.

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