viernes, 11 de febrero de 2011

Hacerse viejo significa acumular fantasmas

Tengo más años de los que me atrevo a confesar, es decir, treinta y seis, y todavía no he escrito un libro, ni he tenido un hijo, ni siquiera he plantado un árbol. Cuando yo muera, moriré por completo, sin dejar una estela tras de mí en forma de novela o ensayo, de cría de homo sapiens sapiens o de roble, aunque un sauce llorón sería más apropiado, ¿por qué?, porque sí, porque hoy me apetece hacer algo que la bellísima Mónica Adriana -la Sophia Loren colombiana- me enseñó a odiar hace más de diez años: hoy me apetece autocompadecerme, darme mucha lástima a mí mismo. Mañana, cuando vuelva a la senda que me enseñó Mónica Loren, me odiaré por lo que estoy haciendo ahora, pero es que, ¡ay!, hoy no es mañana,  hoy me doy mucha pena, qué queréis que os diga.

Hace cuatro meses me dejó mi novia, o yo la dejé a ella. Bueno, no sé quién dejó a quién, pero el caso es que ya no andamos pegados, ni de pie ni tumbados, nada. Después de casi nueve años juntos, o algo parecido, su ausencia se nota mucho, no es como cuando sales de casa y se te han olvidado las llaves, de una ausencia así sólo te enteras cuando, al volver, las necesitas para abrir la puerta. Para nada, esta ausencia es distinta, es más bien como si me faltara un pulmón, siento el pecho vacío y todo me cuesta el doble: subir escaleras, leer un libro, echarme unas risas o echarme una siesta, clickar el ratón, esperar el autobús, rascarme el cogote, comprar el pan -el panadero ya no sabe si darme el pan o darme el pésame, de tanto que me ve suspirar-. Pasear por el Retiro no es lo mismo sin ella, me noto que ando más deprisa y disfruto menos de lo que me rodea, si yo creo que hasta los mercaderes negros de hachís me rehuyen, no les vaya a contagiar la melancolía. En fin, ya digo, todo me cuesta el doble, vaya. ¿Todo? No, todo no. Lloro con una facilidad pasmosa, gimoteo con las películas tristes como si fuese una chiquilla, ver "Los puentes de Madison" es un sinvivir. <<¿Pero qué haces, loca? -le grito a Meryl Streep-, ¿no te das cuenta de que estás dejando marchar al hombre de tu vida?>>. Y venga llorar, ahí, sin kleenex ni nada, a lo bravo, como sólo lloran los muy hombres cuando ven "Los puentes de Madison".

De salud, mal, gracias, y de dinero, bien, pero no porque tenga mucho, sino porque necesito poco, triste consuelo. Vamos, que me doy mucha pena, qué queréis, ¡ay!, qué pena me doy. El otro día me sorprendí jugando sólo al ajedrez, pero no jugando yo sólo contra la computadora, ¡no!, yo sólo, frente a un tablero de madera Staunton de 45x45 centímetros, que me regaló mi ex, y unas piezas Staunton nº 5, también regaladas por mi ex. Ahí estaba yo, dándome jaques con las piezas obsequiadas por ella, uno detrás de otro, venga jaques, y nada, no pude ganarme ni jugando sólo. O puede que no estuviese jugando sólo, puede que Rebeca jugara conmigo -Rebeca, qué bien suena esa palabra-, pero no ella exactamente -ella no sabía jugar-, su fantasma -su fantasma tiene un buen repertorio de aperturas, por cierto-. Ahora que lo pienso, el fantasma de Rebeca también va conmigo al cine y al teatro, y charlamos cuando estoy sólo, en un diálogo interior en el que ella es la protagonista indiscutible. Si hago algo mal, me reprende, y si hago algo bien, pues me aguanto, porque ella ya no está para besarme y estrecharme en sus brazos mientras me dice que se siente muy orgullosa de mí. Quizás pasea conmigo por el Retiro, y quizás, por eso mismo, me rehuyen los negros, porque la sienten, pueden ver su fantasma caminando a mi lado,  y eso les asusta. La echo mucho de menos, la extraño tanto... Me pregunto si la vida no será un cúmulo de fantasmas, una pila formada por la memoria de las personas más importantes que nos van dejando, y si hacerse viejo no se manifiesta mejor en el número de espectros que nos van acompañando que en el número de arrugas que nos van secando, poco a poco, el gesto. Se lo pregunto a ella, y su cara de fantasma, desdibujada por la imprecisión de su recuerdo, asiente mientras me dice: <<Sí, hacerse viejo significa acumular fantasmas>>.


No hay comentarios:

Publicar un comentario