domingo, 30 de enero de 2011

Cthulhu ha sido hallado muerto

Cthulhu ha muerto. Está tendido sobre el mar Mediterráneo, haciendo puente con su enorme cuerpo de Primigenio entre la isla de Mallorca y la localidad de Castellón de la Plana. Sus enormes pies se alzan con las uñas apuntando a las estrellas, quizá a su propio hogar, frente a la costa de la península ibérica. Su incomprensible cabeza de calamar toca, con su textura gelatinosa e indestructible, la costa mallorquina, muy cerca del pueblecito de Valldemossa. La caída de su ciclópeo cuerpo de dragón, congestionado por el poder de su raza, ha producido los mayores estragos jamás registrados por la humanidad. Toda la cuenca del Mediterráneo ha sido anegada por sus propias aguas. Los muertos se cuentan por cientos de miles, casi todos ahogados, aunque algunos han fallecido, o lo harán en las próximas horas, como consecuencia de las alergias e intoxicaciones producidas por el caldo más contaminado del planeta Tierra, después de las aguas del río Ganges. Otros puntos del planeta no se han librado de la desgracia, ya que el impacto de Cthulhu sobre el lecho marino ha sido el epicentro de numerosos temblores sísmicos. Como consecuencia de estos temblores, la Torre Eiffel se ha quedado mirando a Cuenca; a la Estatua de la Libertad se le ha caído el mechero ese que tiene en la mano derecha; el obelisco de Washington se ha quedado haciendo un ángulo respecto del suelo de cuarenta y cinco grados, apuntando hacia oriente, parece un pene estimulado y presto para la penetración, así, el gran pene de América encañona a China; el Atomium de Bruselas se ha desintegrado; el Burj Al Arab, el hotel más lujoso del mundo, se ha derrumbado por completo, formando un enorme montón de mármoles, metales y piedras preciosas que parece aquello el tesoro acumulado por miles de cuervos negros durante mil trescientos cuarenta y siete años; la catedral de Nuestra Señora de Tyn, en Praga, es una escombrera, el gran paraíso soñado por todas las cucarachas de la ciudad; en Madrid, las Torres Kio se han enderezado y desde Pisa informan que a su Campanile le ha sucedido lo mismo... en fin, un horror, un inconcebible horror.

Pero, ¿cómo ha podido suceder todo esto? Sólo yo, narrador omnisciente, conozco la verdad de los hechos. Cthulhu dormía en un lugar del Pacífico, yacía soñando a miles de metros por debajo del nivel del mar. Lo último que estaba soñando, justo antes de despertar, era que su mujer le regañaba a grito batiente. <<¡ftlnahn sñe'sent jpetlhn, gñe! -le gritaba con los tentáculos de la cabeza agitándose como si fuesen los cables sueltos de una embarcación en medio de una tormenta-, ¡ftlnahn sehtonh nhst R'lyeh! -continuaba diciendo con las garras apuntando, acusadoras, a Cthulhu-. ¡Sdhrh sh cljsh, tshodsh sh asdohsnh sahnd nhst R'lyeh!>>. Resumiendo, su mujer le acusaba de no hacer nada con las goteras de la casa, allí en R'lyeh. Se trataba de un sueño de reajuste, en respuesta a la humedad que durante tantos y tantos años le rodeaba bajo el océano. El caso es que soñar con su mujer le agobiaba, y soñar que su mujer, además, le regañaba, le angustiaba hasta el punto de despertarse. Cthulhu despertó, pues, de muy mal humor, y comenzó a incorporarse entre horrorosos ruidos guturales, como los del mecanismo de un reloj gigante empantanado en un fluido viscoso que trata de seguir funcionando. Se puso en pie en el Mediterráneo, ¿qué raro, verdad?, sin embargo, es un hecho que Cthulhu dormía bajo el Pacífico y se levantó en el Mediterráneo, y nadie, ni siquiera yo, narrador omnisciente, puede poner en duda la realidad, por incomprensible que sea, al fin y al cabo, nosotros, pobres seres humanos, no estamos en disposición de entender la geometría espacial que manejan los Primigenios.

Cthulhu, ya completamente erguido y estirado, lo primero que vio con su penetrante mirada, una mirada que todo lo abarca en cientos de kilómetros a la redonda, fue a Belén Esteban, recién levantada también, en su casa de Madrid. Lo que siguió después fue un largo proceso de degeneración mental hacia la locura más absoluta comprimido en apenas unos segundos. Al principio, Cthulhu pensó que aquella forma incomprensible que le producía una repugnancia similar a un intenso dolor físico se explicaba porque todavía no se había despertado por completo. El Primigenio se pellizcó la punta de uno de sus tentáculos, y el resultado de su acción le horrorizó todavía más: sólo había conseguido ver a Belén Esteban con más claridad aún . Esta repentina claridad fue como un fulgor que cegó por completo la capacidad de discernimiento del gran calamar cósmico. Su razón quedó arrasada, y entre los humeantes rescoldos sólo una cosa permaneció intacta: un sentimiento puro de miedo, de perfecto horror, un horror que únicamente puede nacer de lo que no se comprende en absoluto. ¿Qué era aquello que estaba contemplando? ¿qué extraños ángulos eran esos? ¿qué imposibles líneas? Ninguna geometría, humana o extraterrestre, podía explicar lo que estaba viendo. Para hacer soportable este horror, la mente del coloso creó la semilla de la locura, que germinó enseguida en su inconsciente, llegando, a través del rápido crecimiento de su tronco, a la parte consciente de su pensamiento y extendiéndose, como las ramas de un árbol, por todo su entendimiento. La totalidad de este proceso, que debería haber durado años, se produjo en un instante, en apenas unos pocos segundos. Si la mente de Cthulhu fuese una porción de mil toneladas, sólo un gramo sobrevivió a la infección de la locura. Fue ese gramo de cordura el que tomó la decisión y puso en marcha el mecanismo fisiológico por el que sus tentáculos acabarían estrangulando su propio cuello, hasta la asfixia, hasta la muerte, hasta la paz.

Y así es como Belén Esteban ha causado la muerte de cientos de miles de personas y la destrucción de cientos de monumentos y edificios emblemáticos. Cthulhu, de no haberla visto, se habría vuelto a dormir, plácidamente, a los fondos abisales, como ha sucedido tantas y tantas veces sin que nadie se halla dado cuenta, nunca.




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