sábado, 1 de enero de 2011

3MSC vs M

Hace unos días, unas mujeres con los fardos bien cargados de belleza y de razón y a las que aprecio de verdad, fueron al cine a ver "Tres metros sobre el cielo" -"3MSC", según la publicidad- una película española que adapta la novela del escritor italiano Federico Moccia del mismo título, o casi. La película cuenta la historia de amor entre dos jóvenes radicalmente distintos, ¿en qué sentido?, pues en el sentido de que ella vale mucho y él es imbécil perdido, pero muy guapo, eso sí, y ahí está el por qué de las inquietudes de Babi -que así se llama ella-, porque, no nos engañemos, si H -que así se llama él, supongo que por ser simple como el hidrógeno- fuese feo hasta la repulsión, sucio y maloliente, ni esta película ni la novela que adapta existirían. La película estimula, de este modo, la imaginación de las mujeres, porque a ellas les gusta mucho la idea de corregir al incorregible -guapo, por supuesto, al feo que lo corrija su madre- con la sola fuerza de sus encantos, del mismo modo que, dicen, pues yo de esto no tengo ni idea y sólo hablo por referencias, a ellos les estimula un rato largo la idea de yacer con dos bellas y desinhibidas mujeres a la vez, tres, según otras fuentes.

Lo de arriba puede sonar a crítica sarcástica, pero no lo es, de hecho, creo que la historia de H -Step en la novela- y Babi, con la eterna ciudad de Roma -Barcelona en la película- como caldo de cultivo, es muy honesta con el momento biológico que  viven, pues no se trata mas que de dos adolescentes sometidos a la dulce tiranía de la química orgánica, empeñada en perpetuar la especie, aunque esto suponga la unión entre una estimable muchacha y un imbécil consumado. Es la narración de algo que le sucede a los más jóvenes a todas horas y en todas partes, a aquellas personitas con el juicio a medio cocer que despiertan por primera vez a los sentidos más rudimentarios y sensuales. No sería lógico, por tanto, que los protagonistas de una historia así fuesen sesudos amantes de las artes, las letras y las ciencias, aunque tampoco habría estado de más que el sr. Hidrógeno fuese un poquito menos imbécil, la verdad.

"Tres metros sobre el cielo" -"3MSC"- es una cinta adecuada para captar el interés de alguien que quiera ver figurada en la pantalla la vida y las obras de la adolescencia y sus aledaños. Trasunto del mismo estilo -relaciones íntimas entre seres humanos, que al final es de lo que se trata- pero orientada a un público más talludito es "Manhattan", de Woody Allen, a la que nos referiremos como "M". En "M", el homólogo de H es Isaac Davis -interpretado por Allen-, y si hemos supuesto que a H se le ha llamado así por su simpleza, a Isaac podríamos llamarle, tranquilamente, NaOH, es decir, sosa cáustica. En "M", Isaac -NaOH- tiene una ex que le abandonó por una mujer y que escribe un libro dónde cuenta todas las mezquindades del que fuera su marido, además, tiene una relación con una adolescente veinticinco años menor con la que se siente a gusto, pero a la que no ama. En medio de esta sopa de vínculos perniciosos, viene a caer Mary -que interpreta Diane Keaton- la amante del mejor amigo de Isaac, de la que se enamorará perdidamente nuestro disfuncional protagonista. En "M", hasta la adolescencia está gangrenada por el escepticismo:
quizá las personas no fueron hechas para tener una sola relación profunda, tal vez deberíamos tener una serie de relaciones con eslabones distintos, lo otro ya está pasado de moda
Esta frase no la dice Isaac -sosa cáustica- Davis, ¡la dice su amante de diez y siete años de edad!

Las dos películas, a pesar de tratar de reflejar lo mismo -las relaciones amorosas-, son totalmente dispares, tanto en su calidad artística, inconmensurablemente mayor en "M", se mire por dónde se mire: fotografía, música, estructura narrativa, interpretaciones... como en la complejidad de la propuesta, y es que no es lo mismo  la ensoñación adolescente de "3MSC" que el cínico análisis de un cuarentón con mucha mala leche y no menos inteligencia de "M". La tesis se podría expresar así: Federico Moccia - y sus adaptadores en el cine- es el inmaduro Peter Pan y Woody Allen es el descreído capitán Garfio, y en esta peculiar versión del cuento del niño que rehúsa crecer, el lisiado, el manco, es Moccia, que siempre resulta vencido por el capitán, y no porque el italiano no sea animoso y no se afane en sus causas literarias, sino porque Federico Moccia tan sólo es eficaz y Woody Allen, en cambio, es un verdadero genio.


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