sábado, 29 de enero de 2011

Bergman, el pata negra del cine

Si no te gusta Bergman, no te gusta el cine. En todo caso te gustará ver una sucesión de imágenes más o menos simpáticas que tratan de contarte cualquier cosa que se te olvidará en unos días, cuando no en unos minutos. Me refiero a Ingmar, no a Ingrid, que tampoco está nada mal, por cierto. Hoy he visto "Sonata de otoño", y como me ocurre siempre que veo una película de mi querido Ingmar, se me quedó el gusto por el cine como en cuarentena, como se te queda el paladar después de haber degustado jamón de bellota, sin ganas de jamón cocido ni de cine actual ni pretérito, y no es que el jamón cocido o el resto del cine estén mal, pero no es lo mismo, francamente. Ver "Sonata de otoño" es como hacer ejercicios gimnásticos, agota de pura intensidad, si yo creo que hasta he sudado al verla, en un fenómeno que podríamos llamar "síndrome dérmico de Bergman" y que podríamos definir como aquella transpiración que no guarda relación con la actividad muscular ni con la temperatura del ambiente. También sudan los ojos, un rato gordo, además, y es que hay que estar hecho como de metal extraterrestre para no conmoverse ante las sesiones de psicoanálisis que se prodigan la madre y la hija, sesiones dónde, sin diván ni nada, afloran amores que son odios, odios que son amores y otra suerte de fenómenos contradictorios, como de mecánica cuántica. No os vayáis a pensar que por ser una película x -es decir, una película tan buena que no existe la palabra adecuada para calificarla- es una película idónea para una primera cita amorosa -las otras películas x puede que tampoco-, pues corréis un muy serio riesgo de que el mozo o la moza que os dispongáis a impresionar, se levante del sofá exclamando:

- ¡Mira, vete a la mi-er-da! -acentuando bien la separación de las sílabas de la palabra mierda-. ¡Esto no se hace!

Como tampoco se hace el dejarse esta obra maestra sin degustar hasta el hueso -en una ocasión más oportuna, eso sí- como si de un buen jamón de pata negra se tratase.



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