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Un día tuve que hacer un trámite ante un notario y, al comparar la firma que acababa de grabar en un papel timbrado con la que figura en mi DNI, el funcionario público me dijo : "no se parecen en nada". Yo le habría explicado lo que os acabo de contar un poco más arriba, pero, en lugar de eso, le dije: "es que mi DNI es tan antiguo que yo ni siquiera había nacido". El notario entendió y me sugirió que intentase hacer la firma igual que aquel garabato primigenio pintado, como los bisontes de Altamira, en el documento de identidad . Entonces, mi mente urdió la siguiente idea: qué mal profesional es este notario. <<¡Esto es inaceptable! -me tendría que haber dicho con la voz indignada y la barbilla alzada apuntando a un lugar situado por encima de mí-. Las leyes no permiten hacerse el Documento Nacional de Identidad a las personas que aún no han nacido. Salga inmediatamente de mi despacho y no vuelva hasta que no me traiga un DNI consignado en una fecha posterior a la de su alumbramiento.>> Y es que los notarios ya no son lo que eran.
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